Cuantas cosas
amadas sin sentir,
perdidas en el
olvido sin lamento,
dolor ausente…
despojado de vida,
estancia vacía…
recuerdos caídos,
luz de agonía…
sentido afligido,
por querer y no
poder… estar y no ser.
Callada pena
recorre por mis venas,
la que un día, sin
agonía de lamento,
mostrara al
viento, despojado de llanto,
la eterna calma de
la comprensión.
Mirada alta… paso
obligado a olvido,
dolor guardado…
incomprendido,
añoranzas clavadas…
guiadas al abismo,
sentido de querer
y no poder a sí mismo.
Pasos entregados
sin retorno… calvario
sin sentido, por
faltar el sentido de amar.
Cuantas veces
despojado de la claridad,
enfrentado a la
verdad del alma… querer,
y no poder, sentir
el vacío de lo entregado.
Amar en despojo,
sabiendo que no hay destino.
Clavadas están,
marcadas llagas del despojo amado,
guardado al dolor
del olvido, aún siento
necesidad del
hacer, sin mirar a quien,
cargando con el
hacer del sí mismo,
sin sentir el por
qué de ser, sin querer,
obligado tal vez,
por el amor de arrastrar
con lo que no
comprende el ciego,
o el cegado por la
sencillez… acogidos
al abismo en
valías de vida negada,
caídos por engaño
al olvido de amar.
Arrastrados por la
falsedad de un vivir
vacío sin sentir,
cuándo se puede sentir
la vida, sin
rencores que desgarren
otros caminos,
vivir en amor a todo
lo creado, sin
promesas de ser más,
sin necesidad de
querer tener más,
ser vida de la
creación, ser parte de ella,
participar en su
cometido y volar en su sueño,
tenerlo todo sin
necesidad de querer,
disfrutar en
compañía de sí mismo.
Ser el sí mismo en
todos y verte
en todos en ser de
sí mismo.
Si dañas te dañas,
si amas te amas,
si sueñas, todos
sueñan en sí mismo,
si siembras por
recoger cosecha,
no sabrás si
perderás tu siembra,
si dejas tu
cosecha guardada en armonía,
no pierdes tu
siembra, pues compartes
tu ser y recoges
tu cosecha donde la dejas,
tu grano germina
en sí mismo y está en todos.
No es de
preocuparse dónde está tu siembra,
está en ti, en sí mismo,
todos somos el mismo
camino, cada cual
tiene su abismo, pero
si tendemos la
mano, nos sujetamos todos,
compartimos el sí
mismo… tropezamos
y nos levantamos,
a veces sin darnos cuenta
de la ayuda que
recibimos… del sí mismo,
el ser uno mismo,
no es ser sí mismo,
el ser sí mismo es
sentir el amor, el dolor,
que en sí mismo
vemos en el caído.
Ayudamos en el
olvido, al sí mismo,
y sembramos en
cosecha ajena,
pues guardamos el
grano a buen cobijo,
no sentimos lo que
damos por perdido,
lo depositamos en
vasija a reposar,
para germinar en
otras cosechas,
que no son de sí
mismo, para recoger
la siembra en
ayuno de amar… pura
la cosecha que se
recoge del amor sentido,
razón de vida
acogida en el sí mismo.
La palabra acogida
en el sí mismo,
ayuda en el sanar
del alma, ayuno
del cometido de
quien ama en sabia,
sentir del poeta
como del profeta,
qué diferencia
hay, en el saber
de acometer la
dulzura del alma,
en el brillar del
alba, en el sanar
de su estancia,
dulce morada,
que guarda la
llama candente
del que ama y en
sí mismo guarda.
Sentir el sí mismo
en tu entorno,
es retorno de la
voz que guarda,
de aquel que te
siente en la mirada,
de aquel que te
cruzas y reconoces,
de aquel que te
escucha y te entiende.
Sentir que no ha
pasado el tiempo,
en aquel que años
olvidado encuentras
y retornas
conversación, como si fuese ayer.
El sentir del sí
mismo, en el que no conoces
y es ser de
hermandad de un mismo camino.
El sentir al sí
mismo, en un mismo camino
sin retorno al
abismo… ayuno de almas
cuando guardan
calladas… reflejo de llama
a espejo guarda la
palabra amada al alba,
palabra del
sencillo que salva en claridad de almas,
palabras
reconocidas sin antes ser escuchadas,
palabras del Poeta
o Profeta en el sí mismo,
que elevan al alma
en un suspiro calmado.
Palabras que
provienen de un mismo manantial,
el del amor
entregado sin condición al amado…
Autor: Luis P. Limiñana